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viernes, 29 de enero de 2010

La Primera Guerra Médica

La Primera Guerra Médica consistió en la primera invasión persa de la Antigua Grecia.



La invasión, que constó de dos campañas distintas, fue ordenada por el rey persa Darío I, fundamentalmente con el objetivo de castigar a las ciudades de Atenas y Eretria. Éstas habían apoyado a las ciudades de Jonia durante la Revuelta jónica contra el gobierno persa de Darío. Además de una acción de represalia ante su actuación en la revuelta, el rey aquménida también vislumbró la oportunidad de extender su imperio en Europa y asegurar su frontera occidental.

Darío I

La Primera Campaña (492 A. C.)

En la primavera de 492 a. C. se creó una fuerza expedicionaria, que fue dirigida por Mardonio, el yerno de Darío. Consistía en una flota y un ejército de tierra. Mientras que su objetivo principal era castigar a Atenas y Eretria, como objetivo secundario tenía subyugar tantas ciudades griegas como fuera posible. 

Mardonio

Partiendo de Cilicia, Mardonio envió al ejército a través del Helesponto, mientras él viajaba con la flota. Navegó bordeando Asia Menor hasta Jonia, donde dedicó un tiempo a abolir las tiranías que gobernaban las ciudades jónicas. Irónicamente, dado que el establecimiento de gobiernos democráticos había representado un factor clave en la revuelta jónica, reemplazó las tiranías por democracias.

Desde allí la flota se dirigió al Helesponto. Cuando todo estuvo dispuesto, embarcó a las tropas de tierra para que cruzaran a Europa. 

Puente Para Cruzar El Helesponto
El ejército marchó entonces a través de Tracia, reconquistándola, pues estas tierras ya formaron parte del Imperio Persa en 512 a. C. durante la campaña de Darío contra los escitas. Cuando alcanzaron Macedonia, antiguo aliado, forzaron a este reino a convertirse en vasallo y tributario de Persia, aunque permitiendo que mantuviera su independencia.



Mientras tanto, la armada llegó a Tasos, ante cuya visión la ciudad se sometió a los persas. La flota siguió la línea costera hasta Acanto en Calcídica, antes de intentar costear la ladera del Monte Athos. Allí fueron sorprendidos por una violenta tempestad, que les empujó contra los acantilados. Según Heródoto, 300 naves naufragaron y 20.000 hombres perecieron.


Mientras el ejército acampaba en Macedonia, los brigios, una tribu tracia local, lanzaron una razia nocturna contra el campamento persa, acabando con muchas vidas e hiriendo al propio Mardonio. A pesar de sus heridas, el comandante se aseguró de que los brigios fueran derrotados y subyugados, y después dirigió su ejército de regreso al Helesponto, mientras los restos de la armada se retiraban igualmente a Asia. 

Aunque la campaña finalizó sin conseguir los principales objetivos, las tierras limítrofes con Grecia quedaban firmemente bajo control persa, y los griegos habían sido claramente avisados de las intenciones que Darío albergaba contra ellos.

Diplomacia Persa (491 a.C)

Probablemente, razonando Darío que la expedición del año anterior contra Grecia había puesto al descubierto sus planes, y debilitado la resolución de las poleis griegas, regresó a la vía diplomática en 491 a. C..

Envió embajadores a todas las ciudades-estado de Grecia, pidiendo «la tierra y el agua», símbolo tradicional de sumisión. La gran mayoría de ciudades respondieron favorablemente a su petición, temiendo la ira del rey persa.

·        En Atenas, por el contrario, los embajadores fueron juzgados y ejecutados.

·        En Esparta, simplemente fueron arrojados a un pozo.










Este hecho dibujó firme e inexorablemente las líneas de batalla para el conflicto que había de llegar. Esparta y Atenas, a pesar de su reciente enemistad, lucharían juntas contra los persas.

No obstante, Esparta sufrió una serie de maquinaciones internas que desestabilizaron su situación. Las ciudades de Egina se sometieron a los embajadores persas, y los atenienses, preocupados ante la posibilidad de que Persia utilizara esta isla como base naval, pidieron a Esparta que interviniera.

Cleómenes viajó a Egina para tratar personalmente con sus habitantes, pero ellos acudieron al otro biarca de Esparta, Demarato, que apoyó la resolución egineta. Cleómenes respondió acusando a Demarato ilegítimo, con la ayuda de los sacerdotes de Delfos (a quienes había sobornado). 


Demarato fue reemplazado por su primo Leotíquidas. Con los dos diarcas en su contra, los eginetas capitularon, entregando rehenes a los atenienses como garantía de su palabra. Sin embargo, en Esparta se tuvo conocimiento de los sobornos de Cleómenes en Delfos, y fue expulsado de la ciudad. En el destierro, intentó ganarse el apoyo del Peloponeso septentrional, ante lo que los lacedemonios se echaron atrás y le invitaron a regresar a la ciudad. Cleómenes, no obstante, había llegado demasiado lejos, y en 491 a.C. fue encerrado, acusado de locura, y murió al siguiente día. 


Aunque el veredicto oficial fue de suicidio, es presumible que fuera asesinado. Le sucedió su hermanastro Leónidas I. Con Atenas desafiante y Esparta en guerra contra él, Darío ordenó una campaña militar para el siguiente año.

Leónidas I

La Segunda Campaña (490 A. C.)

Aprovechándose del caos existente en Esparta, que dejaba a Atenas aislada de hecho, Darío decidió lanzar una expedición anfibia para castigar definitivamente a Atenas y Eretria. Reunió un ejército en Susa, y marchó a Cilicia, donde había fabricado una flota. El mando de la expedición le fue concedido a Datis el Medo y Artafernes, hijo del sátrapa Artafernes.


Artafernes

Tamaño de las fuerzas persas

Según Heródoto, la flota utilizada por Darío consistía en 600 trirremes. No existen datos en las fuentes históricas de cuántos transportes les acompañaban, si es que había alguno. Heródoto indica que 3000 transportes navegaron con los 1207 trirremes durante la invasión de Jerjes en 480 a. C. Algunos historiadores modernos aceptan esta proporción de barcos, aunque ha sido sugerido que el número de 600 representa la cifra conjunta de trirremes y transportes de tropas, o que adicionalmente a los 600 trirremes existían transportes de caballos.


Heródoto no hace una estimación del tamaño del ejército persa, indicando únicamente que formaban una «infantería numerosa en líneas muy cerradas».
 


Entre otras fuentes, el poeta Simónides, casi contemporáneo de los hechos, contabiliza la fuerza de campaña en 200.000 soldados. Un escritor más tardío, el romano Cornelio Nepote estima las cifras en 200.000 infantes y 10.000 jinetes. Plutarco y Pausanias cifran a los persas en 300.000, el mismo número que menciona la Suda. Platón y Lisias afirman que fueron 500.000, y Justino asciende esa cifra hasta 600.000.

Los historiadores modernos generalmente desestiman estas cifras por exageradas. Una posible aproximación para estimar el número de tropas consiste en calcular el número de infantes de marina transportados en 600 trirremes. Heródoto menciona que cada trirreme, durante la segunda invasión de Grecia, llevaba 30 infantes extra, además de unos 14 que formarían su dotación normal. Así, 600 trirremes podían fácilmente transportar entre 18.000 y 26.000 soldados. Los números propuestos para cuantificar la infantería persa se hallan en el rango de entre 18.000 y 100.000, mientras que el consenso se encuentra en una cifra aproximada de 25.000.

La infantería persa utilizada en la invasión formaba probablemente un grupo heterogéneo, reclutado en toda la extensión del Imperio. 






Según Heródoto, sin embargo, existía al menos una homogeneidad en el tipo de armadura que portaba y en su estilo de combate. En general, cada infante se armaba con un arco, una 'lanza corta' y una espada, portaba un escudo de mimbre, y su armadura consistía como mucho en un jubón de cuero. La única excepción a esta regla podía darse en las tropas de etnia persa, que podrían haber vestido un pectoral o armadura de escamas. 


Algunos contingentes podían portar una panoplia diferente; por ejemplo, los escitas, conocidos por su afinidad con el hacha. 


Escitas


Las fuerzas de 'élite' de la infantería persa parece que consistían en las tropas de etnia persa, además de medos, casitas y escitas. Heródoto menciona específicamente la presencia de persas y escitas en Maratón.

El estilo de combate utilizado por los persas consistía probablemente en mantenerse alejados del enemigo, utilizando sus arcos (o equivalente) para diezmar las filas rivales antes de acercarse cuerpo a cuerpo para ejecutar el golpe de gracia con sus lanzas y espadas.

Las estimaciones para la caballería rondan entre 1000 y 3000 jinetes. La caballería persa estaba compuesta normalmente por jinetes de etnia persa, bactrianos, medos, casitas y escitas. La mayoría de estos probablemente luchaban como caballería ligera. 

La flota debía contener al menos una pequeña proporción de barcos de transporte, ya que la caballería era transportada por mar. Heródoto escribe que la caballería embarcaba en los trirremes, aunque esto es muy improbable. Lazenby calcula que se necesitaban unos 30-40 transportes para embarcar a 1000 jinetes y sus caballos.

Lindos

Una vez reunida, la fuerza persa partió de Cilicia en dirección a Rodas. Una crónica del santuario de Atenea Lindia menciona que Datis asedió infructuosamente la ciudad de Lindos.

Naxos

La flota navegó entonces al norte, siguiendo la costa jónica hasta Samos, donde viraron al oeste rumbo al mar Egeo. Su siguiente destino fue Naxos, pretendían así escarmentar a sus habitantes por el fallido asedio de hacía una década. Muchos de sus habitantes huyeron a las montañas, pero aquellos que cayeron en manos persas fueron esclavizados. Después, los persas quemaron la ciudad y sus templos.

Las Cícladas

Continuando su ruta, la flota persa se aproximó a Delos, ante cuya visión muchos delios también abandonaron sus hogares. Tras la demostración de poder llevada a cabo en Naxos, Datis intentaba mostrar clemencia al resto de islas, si éstas se sometían a su yugo. Envió un heraldo a la isla, proclamando:

Hombres sagrados, ¿por qué habéis huido, malinterpretando mis intenciones? Es mi deseo, así como la orden de mi rey, no dañar la tierra donde nacieron los dos dioses, y tampoco a sus habitantes. Volved, pues, a vuestros hogares, y habitad en vuestra isla.

Entonces, quemó 300 talentos de incienso en el altar de Apolo, para mostrar su respeto por uno de los dioses de la isla. La flota bogó entonces de isla en isla a lo largo del Egeo, tomando rehenes y reclutando tropas en su camino a Eretria.

Caristo

Finalmente, los persas llegaron a la ciudad de Caristo, en la costa meridional de Eubea. Sus ciudadanos rehusaron entregar rehenes a los persas, por lo que fueron asediados y sus campos arrasados, hasta que se sometieron a Persia.

Sitio de Eretria

Cuando la gente de Eretria descubrió que la flota persa se dirigía hacia su ciudad, pidieron ayuda a los atenienses para que les enviasen soldados. El gobierno ateniense envió a 4000 de sus ciudadanos del asentamiento de Calcis, que estaba también en Eubea. Sin embargo, cuando los atenienses llegaron, el líder de Eretria, Esquines, dijo a los atenienses que se marcharan porque no quería que fueran cogidos en la destrucción de Eretria. Los atenienses siguieron el consejo de Esquines, se fueron en barco a Oropo y se salvaron.

Mientras tanto, la gente de Eretria fue dividida en tres grupos, un grupo que quería rendirse al ejército persa, otro grupo que quería escapar hacia las colinas y un tercer grupo que quería luchar. A pesar de la división de opiniones, cuando llegaron los persas, la gente de Eretria decidió pelear. La estrategia no era salir a luchar ante los persas en el exterior, sino defender los muros de la ciudad. El ejército persa llegó y comenzó a sitiar la ciudad en una lucha en la que ambos bandos tuvieron muchas bajas. 

Hoplitas Eretria




Después de seis días de lucha, dos ciudadanos eminentes, Euforbo y Filagro abrieron las puertas para que entrasen los persas. Una vez dentro de la ciudad, los persas comenzaron a saquear y a quemar los templos y santuarios como venganza por la quema de los santuarios de Sardes. Toda la población fue esclavizada, como había ordenado Darío.

Después del sitio

Después del sitio de Eretria durante seis días, los persas embarcaron a la gente de Eretria en barcos y los dejaron en la isla de Egilia. Una vez hecho esto, los persas fueron en barco hacia Maratón (en el Ática) gracias a la ayuda de Hipias, para luchar allí ante los atenienses. Cuando los atenienses oyeron la noticia, avanzaron con su ejército de 10000 hombres, así como con 1000 aliados de Platea para luchar ante los persas en la batalla de Maratón. En esta batalla, los persas fueron derrotados.







El ejército persa se retiró y escapó en sus barcos, recogió a la gente de Eretria con la que navegó alrededor del cabo Sunión, intentando llegar cerca de la costa de Atenas antes de que llegase el ejército ateniense. Cuando alcanzaron Falero, vieron que el ejército ateniense había vuelto atrás lo que les obligó a retroceder y poner rumbo hacia Asia Menor. 


Cuando la flota persa llegó a Asia Menor, Datis y Artafernes ubicaron temporalmente en Susa a la población de Eretria. El rey Darío vio personalmente a los eretrios y ordenó que se alojasen en la región de Cisia. 


Los persas atacaron Grecia otra vez en 480 a. C., pero nuevamente fueron rechazados. Eretria más tarde fue repoblada por clerucos atenienses y pasó a formar parte de la Confederación de Delos.

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