La llamada “eunomia” o el “buen gobierno”, garantizaba la igualdad absoluta de todos los ciudadanos ante la ley, eliminando cualquier privilegio.
Resulta difícil definir el sistema. En realidad tenía algo de todos los sistemas políticos conocidos. Veamos esto:
1) Era monarquía, aunque en realidad había dos reyes por falta de uno, con funciones religiosas y militares.
4) Y, por supuesto, la tiranía estaba presente en el consejo de los cinco “éforos”.
Resulta difícil resumir cómo fue posible que este sistema mixto apareciera y diera buenos resultados en Esparta.
Debió ser en el siglo VII a.C cuando apareció el ejército hoplítico, típicamente espartano. Hasta entonces, al parecer, existían guerreros que combatían sobre carros tirados por caballos y unidades de jinetes que pertenecían a los estratos más acaudalados de la población.
La Aristocracia Renuncia A Sus Privilegios
A partir de ese período, la aristocracia renuncia a sus privilegios y queda absorbida por el grueso de la población; es en ese momento cuando aparece la “eunomia”, en el contexto de una igualdad total.
La aristocracia renuncia también a sus propiedades y las pone en común al servicio de la comunidad.
El gobierno de la ciudad distribuye todas estas tierras entre los casi 8000 “homoioi”, los “iguales”, que no pueden vender ni hipotecar.
Spartiatas
El gobierno de la ciudad distribuye todas estas tierras entre los casi 8000 “homoioi”, los “iguales”, que no pueden vender ni hipotecar.
Homoioi
El trabajo en el campo queda reservado para los “ilotas” que son asignados a estos lotes de tierra con la obligación de entregar los beneficios en especie al propietario; con ellos podrá mantener a su familia, pero no enriquecerse.
Ilotas
Los ciudadanos libres tenían prohibido el comercio y estaban disponibles en todo momento para la guerra. En este período, la igualdad democrática cristaliza en la institución de la asamblea de ciudadanos (“espartíatas”).
La “eunomía” se fundaba en tres valores:
1) En primer lugar la obediencia de todos hacia las leyes de la comunidad: nadie era libre ni tenía rango suficiente para hacer algo no permitido por la ley; los propios espartanos decían que sus leyes obligaban a sus dioses y a sus reyes a cumplirlas.La igualdad de los ciudadanos libres era el punto de partida indiscutible de la tradición espartana.
2) En segundo lugar la idea del honor concebido como una renuncia a la propia individualidad y a la búsqueda de ventajas, subordinándolo todo a la defensa de la comunidad.
3) Finalmente, todos los ciudadanos libres de Esparta tenían la obligación de llevar estos conceptos hasta el límite, incluida la muerte. No debía existir para ellos satisfacción más grande que morir en defensa de la comunidad.
La Asamblea era la reunión de los ciudadanos libres e iguales. Se reunía en determinados momentos del año con la misión de aprobar o rechazar las propuestas para el buen gobierno de la ciudad realizadas por los “éforos”.
Estas eran leídas pero generalmente no se discutían; al parecer, ante la gravedad de algunos temas, se permitía excepcionalmente que los ciudadanos tomaran la palabra; las propuestas, finalmente, se aprobaban o rechazaban por aclamación.
Cuando existía duda se procedía a la votación personalizada. Pero la última palabra la tenía la “gerusía”, que podía aceptar la decisión de la asamblea o considerar que el pueblo se había equivocado.
Gerusia
También la asamblea de los libres elegía a “éforos” y “gerontes” mediante el sistema de aplausos. Un grupo de magistrados se encerraba en una caseta sin ventanas; a su alrededor el pueblo aplaudía a los candidatos a gerentes sin mencionar sus nombres; los magistrados debían decidir cuál había sido el más aplaudido.
El poder de la asamblea era limitado. Uno de los lemas de la Gran Retra era
“Que el pueblo tome las decisiones. Pero si se equivoca, rechácenlas los ancianos y los reyes”.
“Que el pueblo tome las decisiones. Pero si se equivoca, rechácenlas los ancianos y los reyes”.
El hecho de que existieran dos reyes impide que el sistema espartano pudiera ser llamado con propiedad “monarquía”. Uno de los reyes pertenecía a la dinastía de los Agíadas y el otro a la de los Europóntidas, gemelos descendientes de Hércules.
Ambas dinastías tenían prohibido cruzarse en vida e, incluso, sus tumbas debían estar en lugares alejados unas de otras. Sus poderes eran religiosos y militares.
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