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lunes, 25 de enero de 2010

Tirteo: El Guerrero Espartano

EL GUERRERO ESPARTANO

Es hermoso que el varón fuerte que pelea por la patria muera cayendo en la primera fila... Peleemos con valor por esta patria, y muramos por los hijos, sin cuidarnos en manera alguna, ¡oh jó­venes! de la vida. Combatid empero estrechos... unos con otros, y no comencéis medrosos la ver­gonzosa tuga. Antes bien, poned en el ánimo grande y poderoso coraje, y despreciad la existencia para pelear con hombres. . .




No temáis, no os asuste la muchedumbre de contrarios. Recto tenga su escudo el varón contra los enemigos, odiando la vida, y amando los ne­gros destinos de la muerte como los rayos del sol. . . Estad bien atentos, afirmando ambos pies en la tierra, mordiendo el labio con los dientes, cubriendo con la redondez del anchísimo escudo, desde las piernas y los muslos hasta el pecho, y los hombros, y blandiendo en la mano derecha una robusta lanza, agitad en la cabeza el terrible penacho. Haciendo grandes hazañas se aprende a pelear: no esté fuera de los dardos quien tiene escudo. Mas acerqúese, entre en la pelea, y con la grave lanza, o al golpe de su espada mate un enemigo. Y poniendo pies con pies, y levantando escudo contra escudo, penacho contra penacho, mo­rrión contra morrión, y pecho a pecho, pelee agi­tado con un contrario, tomando o el puño de la espada o ¡a pesada lanza. Vosotros, empero, arma­dos a la ligera, resguardados los unos bajo los escudos de los otros, derribad con grandes piedras, y disparad dardo agudo, permaneciendo cerca de los hoplitas. . .

Al joven que se salva gustan los hombres de verlo, y las mujeres de amarlo; pero es hermoso cayendo en la primera fila. . . Pero si escapa del hado de la muerte de largo sueño, y recoge vencedor la ilustre gloria de la batalla, todos le honran, jó­venes y ancianos, y pasa tina vida llena de muchas satisfacciones. Cuando llega a ser anciano, ocupa el primer lugar entre los ciudadanos y nadie se atreve a dañarle ni a faltarle el respeto, ni a po­nerle pleito. Y todos en los asientos (públicos) lo mismo los jóvenes y los que vienen con él que los más ancianos, le ceden el suyo al llegar. El varón que quiera en su corazón subir a la cumbre de tanta gloria, no sea tardo para pelear.

Tirteo, Elegía, 1, 2, 3.




Tirteo

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