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miércoles, 27 de enero de 2010

La Mujer Espartana

La mujer espartana, retratada en la reina Gorgo, esposa de Leónidas, demuestra ser una mujer de gran lealtad, que es fuerte, con poder y dispuesta a sacrificarse por igual para la causa.


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Rey Leónidas y Reina Górgo
 

Reina Górgo Ante La Asamblea

En comparación con sus hermanas de Atenas, y el sexo débil en muchas culturas antiguas, las mujeres espartanas tenían derechos enormes, y un papel vital que desempeñar.

Cuando una mujer del Ática pregunto:

¿por qué las mujeres espartanas son las únicas que pueden gobernar a los hombres?

El historiador griego Plutarco cita la respuesta de la reina Gorgo:

 "porque somos también las únicas mujeres que dan a luz hombres. 

Es bien sabido que Esparta era un estado intensamente machista y belicoso, donde el mayor honor para un hombre fue a morir en el campo de batalla. 









Pero es un error suponer que esto significa que era patriarcal. Por la sencilla razón de que Esparta necesitaba hijos fuertes, y que estos hombres de guerra que muy a menudo estaban ausentes por encontrarse en la guerra, las mujeres - esencialmente máquinas de reproducción de Esparta - disfrutaban de grandes libertades y responsabilidades. Eran vistos como ciudadanos en igualdad con los hombres a los ojos de la ley espartana.

Los atenienses se burlaban de los espartanos, por ello Plutarco escribió que los hombres de Esparta "siempre obedecian a sus esposas." Pero las mujeres espartanas también sufrían dificultades. En casa, su experiencia vivida fue, como tantas otras cosas en la sociedad espartana - un ritual extraño y cruel.

No tiene nada de extraño que lo que más llamara la atención de los otros helenos que con frecuencia visitaban Esparta fuera la conducta de las mujeres y su estatus de igualdad con los varones.

ESPARTANAS DEPORTISTAS. 

Ellas  también se ejercitaban en los juegos  deportivos, y era famosa la esbeltez y fortaleza   de sus cuerpos, que facilitaba además su  papel de madres. Peleaban completamente desnudas y hubo en Esparta muchas    atletas famosas que  se lamentaban de no poder participar en los Juegos Olímpicos con los hombres.





ESPARTANAS ADMINISTRADORAS. 

Como el Estado se hacía cargo de los hijos, y los maridos pasaban largas temporadas participando de las guerras, disfrutaban de mucho tiempo libre para entretenerse y organizarse. Eran    ellas las que manejaban la hacienda, la administraban y llevaban las riendas del hogar. Estaban tan  poco supeditadas al  varón que una extranjera llegó a preguntar a la mujer del famoso  Leónidas de las Termópilas: ¿por qué, entre todas las mujeres, sólo las espartanas dominaban a sus hombres?. A lo que Gorgo la otra mujer respondió:

“Será porque sólo nosotras parimos verdaderos hombres”.



ESPARTANAS AMANTES. 

Ellas no se casaban de acuerdo con la voluntad de sus padres, sino con la suya propia y no lo hacían, como se acostumbraba en otras partes, a los 14 6 15 años, sino a los 20. 


Se dejaban raptar por el hombre que elegían y, después de eso, las relaciones entre ellos se alargaban una temporada durante la cual cada uno vivía en su casa. 


Los encuentros eran secretos, breves y en completa oscuridad, sin mediar tiempo de convivencia, para mantener sus cuerpos “recientes en el amor, por dejar siempre en ambos la llama del deseo y de la complacencia”, como escribió Plutarco. 


A veces, esa relación duraba tanto que había hombres que eran padres sin haber visto jamás a su mujer a la luz del sol. No se les exigía dote y la ley reconocía su igualdad hasta el punto de que les estaba permitida legal mente tener amantes. 


Una mujer joven casada con un hombre mayor podía llevar a su casa a un amante joven si lo deseaba. Un hombre mayor enamorado de una mujer casada podía obtener, si ella lo aceptaba, el permiso de su marido para visitarla con una asiduidad convenida.

ESPARTANAS CON VOZ Y VOTO. 

Las mujeres tenían voz en las asambleas políticas y podían recibir la herencia de sus padres cuando ellos morían, de modo que había en Esparta muchas damas acomodadas que vivían su vida con plena libertad. 

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